9.19.2006

Cobalto.- Yolanda Gámez

- ¿Te gustan los amaneceres? Preguntó la psiquiatra desde la puerta de la habitación.
Mario no movió un solo músculo, como si no hubiera escuchado la pregunta.
-veo que amanecimos molestos por algo, ¿puedes decirme que te molesta? Continúo la mujer acercándose con paso muy lento a la cama.
-No, dijo una voz que parecía no salir del cuerpo de Mario.
-Bien, o sea que no te gusta el amanecer, y por qué todos los días despiertas unos minutos antes y lo observas
No respondió. Los tacones de la doctora se escuchaban con eco en la habitación blanca, caminó dos pasos más y se sentó en una silla que se encontraba en la esquina opuesta a la cama, justo donde podía verle la cara al paciente, se cruzó de brazos y calladamente lo observo.

9.15.2006

Cobalto 460.- Yvonne Bagnis

-A la derecha.
-Que no, que es a la izquierda.
-Ay, si serás necio Jerónimo, es la derecha, aquí dice a la de-re-cha.
-A ver ¿dónde? No, no, no, este croquis está mal.
-Cómo va a estar mal si lo hizo el dueño de la casa, ni modo que no sepa donde vive.
-No, pero tú lo estás viendo al revés, nosotros venimos de acá.
-Ningún de acá, Jerónimo, venimos de aquí.
-Trae acá, ustedes las mujeres no saben leer un mapa.
-Eso no es verdad, y además, esto ni es un mapa, es un croquis.
-¿Y no es lo mismo?
-¡Ay! Olvídalo. Vete por donde quieras.
-A la izquierda será entonces. A ver, dime otra vez la dirección.

9.14.2006

Cobalto.- Diana Sofía Sánchez

En la oscuridad de la noche que nos ahoga, hemos intentado alejarnos hasta los límites que permite la cama. En sueños alcanzo a tomar un poco de ese aroma que la acompaña cuando regresa de sus caminatas nocturnas. Es un ligero dulzor que emana de su cuerpo, que no sé si es propio o ella se lo arrebata cada noche a algún extraño. Yo no huelo así. Tampoco tengo la fatiga que cada mañana la invade y entonces se niega a todas las propuestas de mi madre: no quiere salir, no quiere ayudarme con las labores de la casa, no quiere nada de nosotras. Yo sé que su único pasatiempo es perderse en un mundo del que sólo me impresiona su aroma.

8.11.2006

Cobalto.- Nylsa Martínez Morón

Malena se acercó de manera cautelosa a ese hombre, ya llevaba algunas cuadras siguiéndolo cosa que no resultaba sencilla; justo cuando éste se inclinaba hacia una señora que vendía flores, Malena tocó su espalda. De manera rápida éste se volvió hacia ella, ¿Le conozco? Malena esbozó la sonrisa más transparente, elevó los ojos hacia lo alto simulando un suspiro y respondió, Al parecer sí.

8.10.2006

Cobalto.- Cástulo Aceves

Ella llega al aeropuerto demasiado temprano para el vuelo, debe esperar. Pasa por la sala general que luce casi vacia. Pequeños grupos de personas, con rostros cansados, observan sus relojes, revisan los monitores de llegadas o duermen sentados. Son las dos de la mañana. Le llama la atención un joven. Esta vestido con ropa formal. La mujer se detiene un segundo, finge estar viendo una pantalla con las salidas y lo observa de reojo. El muchacho tiene una expresión distinta, nerviosa y, en primer momento le parece, algo maléfica. Abraza un ramo de flores y a su lado hay un oso de peluche tan grande que ocupa un asiento como si fuera un niño de díez años. Él parece darse cuenta de que es observado. Voltea hacia la mujer y le sostiene la mirada. Ella se sonroja ligeramente, después sigue su camino.

[Sigue cuento aqui...]